La imagen de la Candelaria, de notable belleza, es pequeña. Sostiene en el brazo izquierdo al Niño Jesús y en el derecho, la candela y una canasta de plata con dos palomas. La fiesta en su honor se inicia con el saludo del pueblo y su “bajada” del altar mayor hasta el lugar donde permanecerá durante los festejos. El 1 de febrero, día de “Visperas”, se desarrollan ceremonias litúrgicas y repique de campanas. El 2 de febrero, centro de la celebración, es recibido con salvas de bombas. Luego, se celebra la misa con la bendición de las candelas y lo sigue una procesión de banda de sicuris. La fiesta dura ocho días y culmina con la “octava” según la práctica de la Edad Media. Durante ese lapso, se suceden ceremonias agasajos de distintas importancia. El 9 de febrero es el día señalado para cumplir con la “subida” de la imagen a su trono. Misa y procesión acompañan a los ritos finales. Es el momento del regreso de viajeros y peregrinos a sus lugares de origen. En todos los pueblos jujeños se celebra, se sigue con pocas variaciones, estos pasos. Un ejemplo de esos cambios es el que se da en Maimará. Allí los honores a la Virgen comienzan el domingo posterior al 2 de febrero, para evitar que se superpongan con los de Humahuaca y ello reste concurrencia de los fieles a los actos en todas las localidades cumple su misión de expiación y sacrificio, de liberación y dependencia hacia un ser benevolente y omnisciente. Marca un tiempo de emociones extremas, de nivelación de clases y de cambio del ritmo normal de la vida.
Baile del Torito: Los toritos salen la noche de la víspera del 2 de febrero. En ésta costumbre ancestral se juega a que los toritos asustan a la gente y la gente juega a asustarse. Recorren las principales calles de Humahuaca mientras que los cohetes que llevan en el lomo van explotando brindando un momento de algarabía.